Friday, September 02, 2005

El Vestido del Alma




En el escenario vacío de tu personalidad, las sombras representan un drama al que llamas vida. Es la inconsciencia la que te hace sufrir al creer que eres. Construyes un molde llamado personalidad y te desvives por conservarlo.

No eres ese molde ficticio, en realidad eres la esencia allí contenida. El molde es un dique que te impide fluir libremente, que le impide a tu YO-SUPREMO proyectarse al infinito de donde proviene.

Lo real es lo que se encuentra adentro pero das más realce a lo superficial, a la cáscara que proteje la pulpa. Luego sufres y dices que la vida es dura, porque te somete al escarnio, a una tortura inmerecida.

Dios es nuestro elemento y estando fuera de El, sufriremos la ignominia del dolor.
El sufrimiento es una señal de que has abandonado la senda correcta. Te está diciendo busca a Dios que es la fuente de toda felicidad, no sigas adelante hacia el abismo de la ilusión.
A veces haces oídos sordos y sigues avanzando, te sigues hundiendo en arenas movedizas, pero cuando tus fuerzas se agotan recurres a Dios como última opción, o recurso. Y El siempre está presto a socorrerte.


Tú yo-inferior es la jaula que contiene a tu verdadero YO, a ese yo, al que por tanto tiempo has mantenido cautivo trás barrotes ilusorios. La puerta de esa jaula solo puede ser abierta desde adentro, y no puedes abrirla sin el concurso de Dios. Si no recurres a Dios, si no clamas a El, todo intento de liberación será inútil.

El yo-inferior te hace apegarte a las cosas, te hace creer que son de tu propiedad, y sueles decir, mis hijos, mis padres, mis propiedades, mi vida, pero nada es tuyo, son solo concesiones que Dios nos hace para que aprendamos a hacer más amenas nuestras vidas. Si eres consciente de esta realidad dejarás de sufrir por lo que has perdido, y darás gracias, en cambio, por lo que has tenido.

El cuerpo es tan solo el vestido del alma, el cascarón que la contiene y tiene su valor, pero no el excesivo valor que a veces le damos. Concibo al ser humano como una limonada. Tenemos tres ingredientes, el cuerpo, el alma y el espíritu, que deben ser integrados para que podamos SER. Si echamos agua, azúcar y limón en una jarra y nos olvidamos de revolverlos (de integrarlos), eso no nos garantiza que obtengamos una limonada. Si pienso que lo único valedero es el alma y me olvido del cuerpo y del espíritu, no estaré siendo integral, y por ende no SERÉ.


Con profundo cariño, DELFIN

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