Sunday, October 23, 2005

El Aire que Respira el Alma


Cuando nos esforzamos sometemos el cuerpo a una acción vigorosa que produce sufrimiento; ejemplos hay varios, la mujer que da a luz, el atleta que procura terminar una competencia superando la fatiga, la persona que sufre una penosa enfermedad y hace denodaos esfuerzos por sanar. El sufrimiento está íntimamente ligado a la vida, pero como en el caso del trabajo, el hombre no nació para sufrir sino que el hombre sufre porque no ha nacido al Espíritu. Cristo sufrió para que pudiésemos ser felices y él no desea seguidores sino continuadores de su obra. Un padre que sufre los rigores de la vida lo hace con la finalidad de que sus hijos sean felices. Entonces no es consecuente que los hijos que han visto sufrir al padre intenten imitarlo realizando labores similares. El mejor homenaje que pueden hacerle al padre es dedicarse a ser felices. Por eso Cristo dijo, no se enciende una lámpara para ponerla bajo la cama. Si El sufrió para encender la luz en nosotros es para que iluminemos al mundo con la alegría de nuestros corazones, no para que la oscuridad nos siga manteniendo infelices. La gente feliz es aquella que tiene inflamado el corazón de amor. Pero como todo en la vida es cíclico, hay una época de gran efusión y otra de declinación, el sentimiento es permanente lo que varía es la intensidad. No suframos cuando la marea del amor baja, por el contrario, estemos atentos para cuando vuelva a subir. Mantengamos limpio nuestro ánimo, eso significa, procuremos permanecer equilibrados y de esa manera las fluctuaciones serán mínimas.
Para nacer al Espíritu es preciso que previamente hallamos muerto al mundo. El azúcar "muere" cuando se disuelve, asi mismo, nacemos al Espíritu cuando nuestro ego inferior se disuelve. Lo que queda es la esencia, en el caso del azúcar, la dulzura; en nuestro caso, el amor.
La mayor contribución social consiste en lograr ser felices y es asi porque la persona feliz contagia su alegría al entorno, la cual regresa a ella amplificada. De esa manera cuanta más felicidad compartes, mayor felicidad recibes.

Hay quienes consideran al sufrimiento como un castigo, una ignominia o una tortura sin sentido; pero nada más alejado de la realidad, el sufrimiento es más un aliado que un verdugo. De igual manera que el polluelo debe esforzarse por romper el cascarón para nacer, asi mismo es preciso sufrir para depurarnos. El sufrimiento antecede al cambio, y los que temen sufrir no pueden abandonar la mediocridad. No se trata de regodearnos con el dolor, de convertirnos en masoquistas, de hacerlo perderemos el balance emocional. Hay que intentar mantener el control de nuestras emociones y de nuestros pensamientos. Esto no significa reprimirnos, sino más bien permanecer atentos a todo lo que nos llega del exterior y a todo lo que proyectamos desde nuestro interior, a nuestras acciones y reacciones.
He llegado a considerar que la felicidad no debe ser buscada, que ella es gratuita como el aire. Algunas voces dirán, si es asi, por qué no puedo ser feliz permanentemente? Sucede que nuestras dependencias anímicas permanecen cerradas y por dicho motivo el alma no puede respirar la felicidad.
Mi hijo me dijo, si la felicidad es como el aire tambien se puede contaminar, y hasta cierto punto tiene mucha razón. Cuando la felicidad se contamina se convierte en infelicidad. Hago énfasis en lo siguiente, para que el alma pueda respirar felicidad es preciso que exista un clima anímico propicio, es preciso que nos hayamos equilibrado. Sin este requisito cualquier intento por ser felices será en vano. Si deseamos ser felices es preciso vaciarnos de tanta banalidad, asi le haremos campo al espíritu que es el aire del alma.

Delfin

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